Adrián Silvestre es uno de los directores con más personalidad de nuestro cine. Su ópera prima, Los objetos amorosos, ya obtuvo gran repercusión en el 13 Festival de Sevilla. Posteriormente, Sedimentos también obtuvo un gran recibimiento por parte de crítica y público. En la línea de este filme, el cineasta valenciano ha presentado en el 25 Festival de Málaga la película Mi vacío y yo. Un largometraje que visibiliza con una naturalidad aplastante las relaciones y las vivencias diarias de una persona trans. De hecho, el jurado otorgó una mención especial a esta producción en el palmarés del certamen malagueño.
El guion de Mi vacío y yo tuvo como pilar fundamental las vivencias reales de la protagonista del filme. Raphi y Adrián Silvestre también contaron posteriormente con la visión externa de Carlos Marqués-Marcet para llegar a la versión final que se rodó.
“Fue todo muy orgánico porque partía de los textos de Raphi sobre su propia vida y su tránsito. La verdad ya estaba ahí. Después ya me lo compartió y estuvimos escribiendo la primera versión del guion. Carlos entró en una etapa más tardía con la intención de incorporar a alguien que tuviese una mirada ajena, que no conociese al grupo. Todo esto hizo que obtuviésemos una ficción con valor. Creamos un equipo para llegar a la versión que se acabó filmando y fue un proceso muy divertido”.
Adrián Silvestre generó los proyectos de Sedimentos y Mi vacío y yo al mismo tiempo. Esto hace que sea más complicado detectar una evolución en lo que al punto de vista se refiere entre los dos rodajes.
“Las dos películas se desarrollaron a la vez. Se han distribuido con muy poco plazo de diferencia porque hubo una serie de factores como la pandemia. Fue todo en paralelo en un periodo de cinco años. Tuvimos dos años de preparación y de trabajo con estas mujeres. Mi intención era hacer una sola película que iba a ser Mi vacío y yo, pero obviamente estaban las protagonistas de Sedimentos que yo tenía clarísimo que sus historias también tenían que ser contadas. No te podría decir en qué sentido ha habido una maduración entre una y otra porque el tiempo ha pasado ahora”.
El vínculo con Raphi
Generar un importante vínculo entre director y actriz cobra más importancia que nunca en una película de esta temática. Es por esto que Adrián Silvestre y Raphi fueron generando una relación de confianza que les hizo entenderse a las mil maravillas.
“Fue un proceso muy exhaustivo. Partía de una intención de conocerla al máximo. Yo no podía tener solo un rol de entrevistador. Inevitablemente, nos fuimos haciendo muy amigos. De sus textos yo iba captando los que tenían potencial cinematográfico y un valor dentro de una narrativa del tema que queríamos exponer. Dentro de este proceso lo que hice fue un poco absorber todo lo que ella hace. Por ejemplo, hizo la locura y la maravilla de capturar todas esas conversaciones de Tinder en la que se expresa todo lo que no nos atrevemos a decir públicamente. Ahora nos gusta presumir de que en España vivimos un momento en el que nos cortamos de decir para afuera ciertas cosas. En lo privado hay una jungla con las personas trans, con las personas cis y con todos. Al final es un mercado y las exigencias, el lenguaje y el tono empleado son apestantes. Pensamos que esa violencia también tenía que estar reflejada en Mi vacío y yo, sin caer en que fuese violenta y trágica. Tuvimos que encontrar ese equilibrio a partir de la verdad”.
Interpretarse a sí misma tuvo que suponer todo un reto para Raphi. De hecho, esto era un aspecto de vital importancia para que Mi vacío y yo funcionase.
“Creo que ese es mi motor, lo que estimula mis ganas de hacer cine. Raphi es una persona que me lo puso muy fácil porque es una persona inteligente y valiente. Ella es muy coherente y todo lo hizo con sentido común. A partir de ahí se puede construir todo. Cuando alguien llega y empieza a proponer cosas que no son reales o verosímiles, todo es mucho es más difícil para consensuar una puesta en escena que guste a todos”.
El cine imperfecto, orgánico y mutable de Adrián Silvestre
Mi vacío y yo cuenta con mucho potencial gracias a la gran conexión entre dirección, guion e interpretaciones. Pero hay uno de estos campos que resulta más relevante para Adrián Silvestre a la hora de encarar sus películas.
“La interpretación. El guion siempre fue algo muy flexible. Mis productores siempre tienen claro que el guion es algo que puedo cambiar esta misma mañana. Si la realidad y el azar nos pone algo delante es valioso y lo tenemos que incorporar sí o sí. Yo abrazo una visión del cine que es imperfecta, orgánica y mutable. Lo que admiro de mis referentes, desde la perspectiva de espectador, es el cómo. Me resulta de especial interés el tono, la puesta en escena y sobre todo la interpretación”.
Ser director de cine en España es una carrera de fondo y casi siempre de obstáculos. Adrián Silvestre siente que, a pesar de tener solo 41 años, tiene que avanzar sin dar pasos en falso para aspirar a realizar filmes cada vez más potentes.
“No me considero un director joven, pero muchas veces me asalta el pensamiento o la envidia sana de que hay personas con 30 años que han empezado en un festival de clase A y tienen la carrera encarrilada. Los directores tenemos ese reloj de que el tiempo está pasando y no puedes dar un paso en falso. Yo estoy muy agradecido porque mis trabajos han ido bien. No creo que me haya llegado temprano. La mayor dificultad viene para encontrar recursos para poder levantar las películas en condiciones cada vez mejores. Así podremos apuntar a proyectos cada vez más ambiciosos que lleguen a más público”.
Y es que Mi vacío y yo es una de esas películas hechas para generar sentimientos en los espectadores.
“Espero que se vayan con la sensación de haber visto algo diferente. El cine siempre nos debería hacer un pequeño “clic” para cambiar nuestra manera de pensar”