Crítica de la película Alcarràs: inocencia ante el fin

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Alcarràs es el título de la segunda película que la directora Carla Simón ha estrenado en Sección Oficial, aunque fuera de concurso, dentro del 25 Festival de Málaga. Nos encontramos ante otro filme embaucador de la cineasta catalana que vuelve a demostrar su sobresaliente talento para dirigir a actores no profesionales, entre los que vuelven a brillar los niños. Además, nos conmueve con una historia que tiene mucho de real y que nos hace olvidar que estamos ante una ficción.

La inocencia se mezcla con el drama

Poco tardamos para darnos cuenta de que Alcarràs sigue manteniendo la esencia que tanto deslumbró en Verano 1993. La escena inicial nos introduce en una fantasía infantil que pocos cineastas actuales transmiten como Carla Simón. Pero pronto la inocencia comienza a mezclarse con el tema principal del filme para darnos muestras de que aquí se va a tratar algo serio.

En Alcarràs nos encontramos con una familia que está viviendo un auténtico drama que se va haciendo sentir conforme los días pasan. Pronto las tierras que han pasado de generación en generación, entre los Solé, dejarán de pertenecer a la familia. Los nuevos tiempos ponen las cosas difíciles al agricultor tradicional y un suelo plagado de placas solares parece ser el inevitable destino de decenas de melocotoneros. Un final que la mirada del abuelo parece querer esquivar en medio de una inmensa tristeza solo a veces camuflada.

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El papel de los niños en Alcarràs

Una vez más, los niños juegan un papel fundamental dentro de la cinematografía de Carla Simón. Ainet Jounou deslumbra en cada secuencia con una mirada y un saber estar ante la cámara que se equipara a la inolvidable Laia Artigas. Una vez más, los juegos y ensayos previos al rodaje entre la directora y los más jóvenes del reparto han conducido a unas actuaciones de lo más naturales. Por otro lado, el acierto a la hora de integrar en el cast a intérpretes no profesionales ha sido otro acierto mayúsculo.

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En Alcarràs era esencial disponer de protagonistas involucrados en la vida real con el universo que se muestra en el largometraje. El amor por la pérdida de unas tierras, que contienen algo más que unos “simples” melocotoneros, solo se puede transmitir brillantemente si el intérprete tiene en su interior este sentimiento. Y en el segundo filme de Carla Simón todo va navegando en cada gesto de impotencia, en la manera que tienen los niños de divertirse alejados del problema o en la forma de madurar de una adolescente.

Otro final hipnótico

La mezcla de clases, los problemas familiares y la evasión de los niños ante lo que importa para los adultos son temas que quedan cerrados con un plano final hipnótico. Mención especial al montaje elaborado con mimo por Ana Pfaff.  Sin embargo, nuestra recomendación es disfrutar de uno de los largometrajes españoles del año en pantalla grande. La oportunidad, a partir del 29 de abril tras el estreno en cines.

Puntuación de La Diacrítica
  • Dirección
  • Guion
  • Actuaciones
  • Dirección de fotografía
4.5

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