Crítica de la película “Ego”: las dos caras de María Pedraza

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“Ego” es la nueva película del director Alfonso Cortés-Cavanillas que finalmente llegará a los cines el 1 de diciembre. Nos encontramos ante uno de esos largometrajes en los que el espectador tendrá que mantenerse en guardia ante las constantes situaciones que le harán replantearse aspectos de la trama. María Pedraza asume gran parte del peso interpretativo del guion y nos da muestras de su evolución junto a Pol Monen, el actor que también le acompañó en “Amar” durante su debut en la gran pantalla.

Si algo marca el desarrollo de “Ego” es que el filme nos presenta una clara ambientación durante las primeras semanas de pandemia. Ir a hacer la compra con guantes, escuchar en la radio las comparecencias de Pedro Sánchez o Fernando Simón y presenciar el silencio inusual de las calles de Madrid. Todos estos aspectos y algunos más están representados en un filme que quizás generaciones venideras engloben en el género de ciencia ficción.

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Pero Alfonso Cortés-Cavanillas, junto al texto del guionista Jorge Navarro de Lemus, ha compuesto un relato que tiene más de real de lo que pensamos. El personaje interpretado por María Pedraza manifiesta desde bien pronto problemas psicológicos que trata junto a su psiquiatra. Precisamente en las sombras de nosotros mismos ahonda el director para explorar a fondo a una protagonista muy poliédrica cuyas aristas aparecen con el paso del metraje. Durante las semanas de confinamiento todos sufrimos, en cierto modo, este encierro con nosotros mismos que Paloma manifiesta de una forma mucho más profunda. La búsqueda de identidad que desencadena fantasmas del pasado que parecen estar muy cerca del presente.

María Pedraza asume el peso del “Ego”

En “Ego” la mezcla entre lo real y lo imaginario discurre a través de una fina cuerda. Cualquier paso en falso puede llevarnos a cambiar nuestra perspectiva con respecto a determinadas sensaciones. El rol interpretado por Pol Monen contribuye a que en determinadas ocasiones hagamos cábalas y se nos desmonten ciertos esquemas. María Pedraza convence a medida que libera la carga emocional de una chica a la que no dejamos de descubrir recovecos. El “Ego”, según Freud, es esa parte parcialmente consciente de la personalidad que media con el ello. Esta zona instintiva también se analiza en la película mediante comportamientos que nos hacen plantearnos cada mirada, cada gesto y cada movimiento.

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Si algo nos ha enseñado la pandemia es que siempre debemos seguir una luz que nos devuelva la esperanza. El filme de Alfonso Cortés-Cavanillas también tiene mucho de eso. De encontrar una salida ascendente que deje atrás la penumbra. Porque aunque la casa se esté quedando vacía nunca dejará de guardar la esencia de aquello que un día fue.

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