Cuando las cigarras callen: fragilidad natural

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Cuando las cigarras callen es el título del cortometraje que la directora Bea Hohenleiter está presentando en numerosos festivales. A través de esta pieza de 20 minutos de duración, el espectador se adentra en un pueblo montañoso, de la Andalucía más rural, para descubrir una historia íntima. Y es que estamos ante unos de esos cortos en los que los gestos, silencios, símbolos y miradas cuentan casi tanto como las propias palabras.

La conexión entre Olga Navalón y Sofía Allepuz

Lo que comienza con cierta agresividad y tensión, pronto va mutando en algo mucho más frágil y delicado. El rostro tenso del personaje de Sara, interpretado de manera sobresaliente por Olga Navalón, evoluciona hacia un semblante que esconde dolor, nostalgia y amor casi a partes iguales.

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El sonido del agua, transcurriendo de forma incesante por el caudal del río, sumado a los sonidos de la naturaleza nos hace sentarnos sobre el césped para ahondar de cerca en los pensamientos de estas dos hermanas. Y es que, tanto Sara como Ana, quitan las marañas a lo que se presupone como un futuro incierto. Sin embargo, la unión de ambas protagonistas transmite una sensación de fuerza que parece capaz de frenar cualquier problema.

Una gran dirección de Bea Hohenleiter

La dirección de Bea Hohenleiter es muy destacable y el corto encuentra equilibrio en todas sus virtudes. La fotografía de Enrique Millán Fuentes-Guerra combina a la perfección con la dirección de arte capitaneada por Pilar Angulo para brindar a la producción un aura estival, de pueblo blanco y suelo adoquinado, que los andaluces casi podemos sentir tras la pantalla. Cámara en mano, lo visual de Cuando las cigarras callen sostiene el guion por medio de unos movimientos orgánicos que fomentan la naturalidad del texto, los gestos y las miradas.

Y, de repente, llega una verbena con su orquesta y cubatas hasta las tantas en vasos de tubo. Aquí el corto parece virar hacia unos senderos más oscuros. Cae la noche y Sara emprende una lucha consigo misma para decir no ante situaciones que antes abordaría sin ningún conflicto interno. El amor pesa más que la locura y la responsabilidad heredada, casi por inercia, nos brinda un final tan sutil como acertado.

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