Una vida no tan simple es el título de la nueva película del director Félix Viscarret, estrenada en el 26 Festival de Málaga, que nos presenta la historia de una pareja que se ve sumergida en una crisis causada por la monotonía de la rutina, la conciliación laboral y los problemas laborales. Por medio de un guion que combina con eficacia el drama y la comedia, enfocada desde un plano diferente al habitual, el largometraje nos lleva a empatizar con los personajes para generar un entretenido metraje que convence.
Ilusión frente al miedo
En Una vida no tan simple nos encontramos con un personaje principal, interpretado por Miki Esparbé, que poco a poco siente como sus sueños vitales se desmoronan. Ante la falta de oportunidades laborales, tampoco encuentra la motivación necesaria en su hogar. Aunque le agotan, sus hijos se han acabado convirtiendo en el motor de su vida. Pero Isaías también necesita reavivar la llama con su mujer Ainhoa para contar con esa energía que disimule el paso de los años. Todo al mismo tiempo que busca esa felicidad constante que no generan los premios, por mucho que los reconocimientos ensalcen el ego en momentos puntuales de nuestras vidas.
No obstante, la aparición del personaje interpretado de forma magnética por Ana Polvorosa hace que Isaías vaya descubriendo que, quizás, la felicidad puede generarse a partir de un breve diálogo en el parque o una simple mirada. La adrenalina contenida de hallar algo nuevo que a la par tiene el sello de imposible, o al menos eso quiere pensar el protagonista. Unas charlas que, poco a poco, evolucionan en algo más complejo para llevar la película hacia un sitio que termina por atraparnos y que nos embelesa hasta el final.
Miki Esparbé sabe transmitir a la perfección los incontables miedos de Isaías, cuyas preocupaciones se acentúan a medida que se estrecha su relación con Sonia. Resulta curioso que, además, precisamente es con ella con quién se siente más valiente y libre. Lo que antes solo eran temores sin importancia, ahora se han convertido en unas ansias de liberación que quedan prisioneras por los remordimientos de conciencia. La actuación de Miki Esparbé es especialmente destacable, ya que logra transmitir con éxito la complejidad emocional del personaje.
Amigos, socios y confidentes
Nico, interpretado por Álex García, también tiene mucha importancia en el desarrollo del arco narrativo de Isaías. El socio y amigo del protagonista sirve de apoyo psicológico, en muchas ocasiones, para envalentonar y aclarar el mar de dudas en el que se convierten los pensamientos del protagonista. Pero lo cierto es que las dudas también terminan por acecharle de lleno a él para condicionar toda una amistad que queda muy bien exteriorizada por ambos actores
Por otro lado, diferentes planos generales contribuyen a marcar una distancia visual entre Nico y Ainhoa. Sin embargo, el guion se encarga de llevar los diálogos y a las situaciones hacia un encuadre mucho más próximo y cálido. Olaya Caldera, a base de contención, va dosificando la exteriorización de todas las aristas de un personaje que resulta más complejo de lo que puede parecer en un inicio.
Un montaje bien ejecutado
El montaje de Una vida no tan simple es uno de los aspectos en los que la película goza de bastante personalidad. Nos encontramos con una amplia variedad de planos llenos de simbología que, entrelazados con las secuencias de personajes, dotan a la película de bastante simbología. La cadencia de las luces de las farolas o el transcurrir rítmico de un grupo de patinadoras, a lo largo de las calles de Bilbao, nos hacen recorrer los 107 minutos de duración del filme con eficacia.
En su conjunto, Una vida no tan simple es una película que logra retratar lo complejo del día a día y la lucha interna por encontrar la felicidad en momentos aparentemente insignificantes. Siempre por medio de unos diálogos bien depurados sobre el papel que potencian en la pantalla los cuatro protagonistas del filme.