Crítica de Volveréis: el montaje de la vida

Itsaso Arana y Vito Sanz en la escena de Volveréis de la cena para contar que se separan a sus amigos.

A veces la vida es eso que vemos en el cine y el cine es eso que vemos en la vida. Las películas de Jonás Trueba tienen mucho de eso, de acercarnos realidades que muchos hemos visto pasar de cerca o que incluso sentimos dentro. En Volveréis, nos encontramos con un filme estructurado en base a un proceso creativo colaborativo entre Jonás Trueba y los dos protagonistas del filme, Itsaso Arana y Vito Sanz. Sostener una película a raíz de la idea de celebrar la separación de una pareja. Una premisa del padre de Jonás que, según el propio director, parecía funcionar mejor en la ficción que en la vida real.

Influencia de las “remarriage comedies”

Desde que inicia el filme, con la acertadísima canción de Adiós Amores, nos trasladamos a un pequeño piso de Madrid rodeado por un aura de incertidumbre que lo rodea todo. Bajo una apreciable influencia de las comedias románticas hollywoodienses de los años 30 y del cine de Woody Allen, los dos protagonistas nos van presentando secuencias en las pausas van dando muestras de que esto tiene mucho que ver con cómo la pareja afrontará este nuevo rumbo. Cuesta tanto volver a volver y la repetición de esos “estamos bien” del presente sirve como consuelo para atisbar con más optimismo un futuro angustiosamente incierto.

Vivir el presente emocional

En Volveréis, los espectadores nos mantenemos al margen de los conflictos inevitables que acontecen en este tipo de situaciones. La sobresaliente evolución de las emociones más ocultas va de la mano con la exposición de cada personaje. Poco a poco, nos vamos creando nuestra propia idea sobre las certezas e inseguridades de la pareja ante un cambio que cada vez se antoja más inminente. La trama nos mantiene en un presente emocional que el ritmo de metraje también se encarga de elevar hasta cotas que sostienen la atención.

Fusión entre comedia y drama

Aunque en Volveréis nos encontramos con algunos gags que funcionan, la película siempre mantiene el tono dramático por encima del cómico. Cada vez que los protagonistas tienen que contar que van a separarse, asistimos a una reinterpretación de la repetición sobre la que gira la trama. La dimensión metacinematográfica del filme también juega un papel fundamental a la hora de exprimir esa idea relacionado con el hecho de que somos nosotros mismos los encargados de montar nuestras propias vidas. Aquí volvemos a pivotar sobre el cine como espejo en el que se mira la vida. Porque sí, porque el cine nos hace mejores.

Un trabajo de equipo

Se nota que Volveréis ha sido generada a partir de un fuerte trabajo en equipo. La presencia de algunos planos largos, posteriormente recortados en montaje, da muestras de que se contribuyó a que los propios intérpretes pudiesen jugar con la presión del tiempo. Por otro lado, la escritura de guion conjunta generó una evolución narrativa consensuada que, sobre la pantalla, siempre rema a favor de la naturalidad.

En Volveréis no importan los motivos que han llevado a la separación. En este filme, Trueba explora otros senderos mucho más interesantes que nos permitirán plantearnos infinidad de cuestiones. Todos los departamentos brillan en un largometraje que encandilará a los seguidores del cine de Jonás Trueba. El excelente montaje, ejecutado por Marta Velasco, a fin de cuentas es el claro reflejo de que nosotros mismos tenemos la capacidad para ir ordenando fragmentos de nuestras vidas.

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