El agua es una película dirigida por la cineasta Elena López Riera, cuyo estreno está programado en cines para el 4 de noviembre de 2022. Este filme nos traslada hacia Orihuela para introducirnos, con una mezcla de realismo y fantasía, en el aura de la España de provincias. El tono de la película nos conduce hacia un realismo de lo cotidiano, repleto de magia, que ya pudimos saborear en otros filmes recientes como Espíritu Sagrado o Alcarràs.
Lo cotidiano tiene magia
En El agua, Elena López Riera no necesita de artificios para buscar el efecto deseado en el espectador. La directora encuentra en la verdad de los protagonistas del filme todo lo necesario para que su ópera primera funcione con estilo. Porque este tipo de cine se aleja de la transformación de la naturalidad para acercarnos a la realidad. El marcado acento murciano, fruto de la proximidad de Orihuela a esta comunidad, o la representación de esa parte mística, que todavía guardan muchos pueblos de nuestra geografía, nos trasladan hacia senderos que gusta explorar en el séptimo arte.
Para los que somos de pueblo, resulta inevitable no sentirse representados con esas ansias de volar que escenifica de forma sobresaliente el personaje interpretado por Luna Pamiés. En la España vacía, las ganas de explorar de los jóvenes siempre van acompañadas de este misticismo y hasta una suerte de romanticismo por descubrir los entresijos del ahí afuera. Pero claro, a veces las referencias que oyes no se adaptan al idealismo generado. Y esto hace que, en muchas ocasiones, solo quieras volver, aunque sea a ratos, para recuperar ese sitio que en otros lugares nunca ocuparás del mismo modo.
Luna Pamiés y los pequeños matices
El agua es una de esas películas en las que conviene poner la oreja, muy cerquita de los personajes, para empaparse de las pequeñas sorpresas que nos ofrece el guion del largometraje. Luna Pamiés sabe representar con eficacia múltiples pensamientos que en la película no se explicitan, pero que podemos aventurarnos a deducir. Las figuras de la madre y la abuela de protagonista resultan esenciales para conformar un poema en torno a la mujer que lucha por hacerse grande a contracorriente, en medio de algunas mentalidades encalladas en su propio pasado.
La búsqueda de la ansiada libertad, en El agua, va transformando la inocencia en valentía y las incógnitas en ganas de saber más. La dirección de fotografía del filme, ejecutada por Giuseppe Truppi, rema a favor de la verdad para, por medio de secuencias y planos sencillos, llenar la pantalla de algo que nos termina por enganchar. Con ciertas pinceladas de cine documental, la ficción se entremezcla con algo mucho más formal para ofrecernos una experiencia que se convierte en sensorial. Apuesta valiente de nuestro cine que, ojalá, encuentre muchos caudales en forma de butaca que ir ocupando a su paso.